MANIFIESTO PAN Y ROSAS




Quienes integramos Pan y Rosas, consideramos que la lucha contra la opresión de las mujeres es, también, una lucha anticapitalista. El capitalismo es un sistema que se basa en la explotación y la opresión de millones de individuos a lo largo y ancho del planeta, conquistando para sus mercados no sólo a pueblos enteros, tierras vírgenes y parajes inhóspitos, sino también a las mujeres, los niños y las niñas.
El capitalismo ha empujado a las mujeres a las fábricas empresas pero para explotarlas doblemente, con salarios menores a los de los varones, para, que de ese modo bajar también el salario de todos los trabajadores. Y, además, la ha sobrecargado con una doble jornada que empieza en el hogar, sigue en la fábrica y continúa nuevamente en el hogar, pero nunca termina para las mujeres.
Quienes integramos Pan y Rosas consideramos, entonces, que las mujeres y los hombres que producen toda la riqueza social que es expropiada por los capitalistas, son los que pueden acabar con este sistema de explotación y opresión. Para ello es necesario romper relaciones con los capitalistas, con su Estado, los partidos políticos que representan sus intereses, con los representantes de la clase obrera que viven de las prebendas estatales o patronales y que sólo saben traicionar a las trabajadoras y trabajadores en sus luchas. Es decir, nos pronunciamos por la independencia política de la clase obrera y alentamos todos los pasos que se den en ese sentido.
Quienes integramos Pan y Rosas, consideramos que sólo la revolución social, que acabe con este sistema de explotación, puede sentar las bases para la emancipación de las mujeres. Creemos que todos los derechos formales que las mujeres hemos arrancado al capitalismo con nuestra lucha se convierten en papel mojado si no se apunta a transformar el corazón de este sistema, basado en la más abyecta de las jerarquías que es la de que un puñado de personas viva a expensas de la explotación descarnada de millones de seres humanos.
Los derechos de las mujeres siempre han sido arrancados a los gobiernos y regímenes políticos mediante la lucha y movilización de las mismas mujeres y es muy difícil mantenerlos en los estrechos marcos de este sistema, donde vemos habitualmente que las mujeres obtenemos algunos derechos mientras nos quitan otros u obtenemos algunos derechos para algunas mujeres que no es posible efectivizarlos para el conjunto, especialmente las trabajadoras, las mujeres de los sectores populares, las mujeres más pobres.
Aunque nos consideramos parte de la clase obrera y de su lucha por el fin de toda explotación y opresión, desde Pan y Rosas impulsamos la más amplia unidad en la acción con todos los sectores en la lucha y la movilización por nuestras demandas, siempre que podamos mantener, en esa unidad, nuestra independencia del Estado, la Iglesia, el régimen y los partidos patronales. En esta amplia unidad en la lucha por nuestras demandas incluimos también a los varones, fundamentalmente a aquellos que son explotados y oprimidos en razón de su clase, su etnia, su orientación sexual, etc.
No pedimos, ¡exigimos! Nuestro derecho al pan…pero también a las rosas.
La opresión patriarcal existe desde tiempos remotos, sin embargo, ningún otro sistema como el capitalismo le ha dado al patriarcado tan inmejorables condiciones, no sólo para existir sino para fortalecerse oprimiendo a millones de mujeres en todo el planeta. La opresión de las mujeres adquirió otras formas pero se ha convertido en algo funcional al sistema capitalista.
Las tareas “tradicionalmente femeninas” como la docencia, la enfermería, etc son pésimamente remuneradas, además de reproducir los estereotipos sobre las mujeres, que nos muestran siempre dispuestas a cuidar a los demás en base al sacrificio personal y la abnegación, tratando esos puestos de trabajo como si se tratara de un “apostolado” o una continuidad del rol, en la maternidad-argumentos que se usan contra las trabajadoras docentes y de la salud cuando salen a luchar por sus reclamos.
¡Igual salario por igual trabajo! Por igualdad de oportunidades en la capacitación y el empleo. Reparto de las horas de trabajo entre ocupadas/os y desocupadas/os con el mismo salario. Trabajo genuino para todas/os. Aumento de subsidios para las compañeras desocupadas.
Entrelazadas con estas condiciones de explotación, las mujeres somos víctimas del acoso sexual y moral en los lugares de trabajo, somos humilladas, no tenemos el derecho a acceder a un mismo puesto de trabajo o acceder a puestos mejores simplemente por ser mujeres.
Los varones solo deben mostrar su capacitación y experiencia, mientras nosotras debemos mostrar nuestro cuerpo, demostrar que no queremos tener hijos u ocultar su existencia en caso de tenerlos, cuando no sometemos a las más humillantes vejaciones.
Mientras nuestros hijos son un “estorbo” para los patrones que no garantizan guarderías en las empresas y establecimientos fabriles, reniegan de pagar las cargas sociales o despiden a las mujeres embarazadas, lo cierto es que a través de la familia, el estado, la iglesia y la educación nos dicen que no somos verdaderas mujeres si somos madres.
Sin embargo, la interrupción voluntaria de embarazo es un derecho del que no contamos en nuestro país.
En nuestro país hemos asistido recientemente a los terribles casos de niñas y adolescentes embarazadas producto de violaciones y abusos, a quienes los jueces les han negado el derecho de interrumpir el embarazo. ¡Nosotras parimos, nosotras decidimos!
Guarderías gratuitas a cargo de la patronal y el estado en fábricas y establecimientos laborales, durante las 24 hs. Plenos derechos para las mujeres embarazadas. Anticonceptivos para no abortar y aborto libre, seguro y gratuito para no morir. Exigimos nuestro derecho a la información y educación sexual en escuelas y establecimientos.
La dominación patriarcal es violencia que enseña que las mujeres deben ser sumisas y obedientes y los varones deben ser fuertes y poderosos. Y esta “enseñanza”, repetida a través de las costumbres, la Iglesia, la publicidad y otras voces con autoridad sólo cobra víctimas. Mientras que el Estado, que tiene el monopolio de la violencia con sus FFAA y policiales, mantiene y reproduce este orden existente. Mientras algunos piden “mano dura”, lo cierto es que policías, fiscales y políticos aparecen siempre implicados en los casos más aberrantes de violaciones seguidas de muerte de adolescentes y mujeres jóvenes, como lo hemos visto en Catamarca, con María Soledad, en Santiago del Estero con Leyla y Patricia, en Mar del Plata, con las decenas de mujeres asesinadas cuyos casos no han sido esclarecidos completamente, justamente debido a los intereses mafiosos de quienes deberían investigarlos.
¡Basta de violencia contra las mujeres! Comisiones investigadoras integradas por allegados/as a las víctimas, organismos de DDHH que sean independientes de las fuerzas policiales, de la justicia y el Estado.
Luchamos por las mejores condiciones de existencia posibles en este mismo sistema, aún cuando sabemos que éste garantiza nuestra opresión. Lo hacemos sin perder de vista la perspectiva de un mundo sin explotación ni opresión de ningún tipo. Luchamos porque se respeten todas las diferencias, pero sabemos que esto no es más que un simulacro, si no se cuestiona el sistema jerárquico en el cuál existen las diferencias. Y este sistema jerarquiza, esencialmente, a un puñado de seres humanos que viven a expensas de la explotación de millones.
Por eso decimos:
¡Viva la lucha de las mujeres por nuestra emancipación, para pelear en igualdad de condiciones con todos los oprimidos y explotados, en el camino de la revolución social!
¡Viva la revolución social para sentar las bases de una liberación definitiva de todas las mujeres y de toda la humanidad, de las cadenas que hoy nos oprimen!

AGRUPACIÓN PAN Y ROSAS